Esto está basado en hechos reales, y es una lección de vida simple y profunda.
Bien.
Resulta que una amiga, que es bibliotecaria, me dijo:
(Insisto, esto es verídico)
-Isra, cada día alucino más en el trabajo.
-¿Y eso? ¿Los bibliotecarios también sois nómadas digitales y vuestra misión es que “dejemos de procrastinar y tomemos acción”?
-No, idiota. ¿Recuerdas cuando te conté que estaba de moda que las madres fueran con los niños a la biblioteca e hicieran los deberes juntos?
-Sí, claro.
-Pues ahora han dado un paso más allá. Resulta que ya no van con los hijos a la biblioteca para hacer los deberes juntos, es que ahora, les dan dinero a los críos para que vayan por ahí a comprarse chuches, mientras las madres se quedan en la biblioteca haciéndoles los trabajos.
-No me jodas. ¿Eso es verdad?
-Te lo juro. Es tan alucinante que yo no sé que decir. Bueno, no digo nada, solo alucino.
Esta conversación, bajo el bendito sol que tuvo a bien visitarnos en tierras asturianas ayer sábado, me hizo reflexionar sobre algo.
¿Qué algo?
Pues mira, cuando esos críos, en el futuro, quieran ser infoproductores, infoproductoras o infodomadoras, ¿qué pasará?
¿Qué pasará cuándo quieran ser libres, vivir de su pasión, multiplicar sus ingresos en piloto automático, cambiar las vidas de miles de personas y estar alineados con sus valores de colores?
¿Eh? ¿Qué pasará?
¿Qué será de esas mujeres y hombres y viceberzas?
Pues que cuando tengan que montar un negocio y no puedan llevarse a su madre a la oficina para que escriba y piense por ellos, comprarán plantillas.
Pasará exactamente eso.
Querrán que venga alguien y les venda plantillas mágicas ya escritas para rellenar dos huecos y ganar dinero.
Y, por supuesto, al otro lado habrá un lobo con piel de cordero, que le dirá, “mira como brillan…”
Y dentro de mil años, cuando los aquí presentes estemos haciendo networking a las puertas del cielo, seguirá habiendo vende-plantillas y pardillos que se las compren.
Bien. Demasiado valor para un precioso domingo de febrero.
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Isra Bravo