Te voy a contar una historia
De una chica.
Una chica nutricionista.
Una chica que se llama Laia Colilles.
Una chica.
Mira lo que dice:
“Desde que tengo tus cursos mi percepción a cambiado al 200%.
Ahora recibo visitas a mi página de ventas TODOS los días.
Antes necesitaba montar un tinglado enorme para agendar entrevistas para mi curso, que si la campaña previa, que si el webinar, que si los emails posteriores…”
Bueno, vamos a parar en ese punto.
Si tardas más de 9 segundos en explicar cómo vendes por Internet…
(no te hablo de explicar tu modelo de negocio ni cosas de esas de explica tu idea mientras te la meneas. No hablo de eso. No hablo del elevator pitch).
Hablo de que si tardas más de 9 segundos en explicar como vendes por Internet, te lo estás montando muy mal.
Pero muy mal.
Vale.
Seguimos con Laia.
Ella dice lo siguiente en su opinión no solicitada:
“En una semana he agendado las mismas llamadas con 20€ de publicidad que lo que antes me costaban 400€”.
Hace unas semanas ni te conocía, ni te empecé a seguir con la esperanza de que lo que tú enseñas y hablas en tus emails, le fueran a dar una posible solución a esta situación que tenía.
Pero estos nuevos resultados que estamos consiguiendo…
Gracias por todo lo que estoy aprendiendo, el giro que le estás dando a mi cabeza en referencia a mi negocio.
¡Que tengas un gran día!”
Yo no te puedo enseñar a complicarte la vida porque soy demasiado torpe para hacer cosas raras.
Me gusta no tener jefes.
Me gusta no tener empleados, que es infinitamente peor que tener jefes.
Me gusta beber cerveza.
Me gusta escribir porque me gusta ganar dinero.
Y me gusta tratar bien a mis clientes y enseñarles cosas porque a ellos también les gusta ganar dinero.
No les enseño a montar un circo.
Los que no son clientes, me dan igual. Pero los clientes no me dan igual.
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Isra Bravo
