Te voy a decir una cosa.
Más de una vez (y lo tomo como un halago) me han dicho suscriptores que soy un tío muy simpático.
¿Simpático? ¿antipático?
No lo sé. Pero aquí viene un problema de percepción.
Muchas de esas personas me comentan que a ellos les cuesta mucho más vender porque no son tan simpáticos.
Ante esta afirmación tengo que dar una estupenda noticia…
Esa creencia es una gilipollez.
Si yo vendo mucho (o poco) no es por ser simpático.
Es por ser empático.
No es lo mismo, claro.
El mundo está lleno de graciosos mileuristas.
Lleno.
Es más, los muy graciosos suelen ganar menos que los serios.
No siempre.
No todos.
Hablo en general.
Además alguien serio puede ser muy simpático también.
Pero sin lugar a dudas, la cualidad o la diferencia no es la simpatía.
Ni ser gracioso ni ocioso.
La diferencia es la empatía.
Entrar dentro de la cabeza de los demás y saber que pasa ahí dentro.
Que piensa.
Que siente.
Haz eso y venderás lo que quieras.
No lo hagas y no venderás.
Por simpático que seas.
Es más, te diré otra cosa.
Los mejores vendedores hablan muy poco.
En contra de a imagen del charlatán, el buen negociador, habla poco.
Es lo que hay.
Dicho esto, no te falta ninguna habilidad para vender lo que quieras.
A no ser que seas un psicópata clínicamente reconocido con una incapacidad absoluta de ponerte en los zapatos de los demás.
De sentir su dolor.
Sus deseos.
Sus sueños
y sus perversiones.
Pero si eres capaz de ver eso, (y eso se entrena y se potencia en cualquier ser humano)… ganas.
Si no, pierdes.
Dicho esto, tengo un curso de copywriting que enseña este tipo de cosas.
No sé, lo mismo te interesa.
Curso de copywriting.