Mira.
Hace un tiempo, unos amigos empresarios me invitaron a pasar un fin de semana en una especie de encuentro que organizaban para poner en orden el año.
Iban varias empresas.
Juegos de esos de lanzarse bolas de pintura, barbacoas, cervezas, vinos, flirteo, en fin, lo que vienen a ser las convenciones de empresa.
No fui a pasar el fin de semana, solo fui a pasar un día y su noche.
Un fin de semana habría sido demasiado tiempo viajando.
Demasiado tiempo fuera de mi zona de confort de la que tan poco me gusta salir. Con lo bien que se está y el esfuerzo que me costó crearla.
Bien.
El caso es que me pilló por banda un abogado muy simpático que estaba borrachísimo y durante tres horas, no exagero, tres horas, me estuvo contando historias de clientes.
Por supuesto, sin datos, solo historias verdaderas que le descubría su trabajo.
-Una historia de un adolescente que pegaba a sus padres por su adición al éxtasis.
-Una historia de una mujer arruinada, ella y su familia, por un marido que la utilizó para sus chanchullos. Perdiendo su casa, la de sus padres y todos sus ahorros.
-Una historia de un tipo que tuvo que dejar su negocio para recibir tratamiento psiquiátrico después de que su exmujer se enrollara con un fulano que vivía de la pensión que él le pagaba a su exmujer. Ex mujer que no le dejaba ver a su hija. Hija que podía disfrutar el fulano al que él mantenía.
-Una historia de un empresario que tuvo que cerrar la empresa después de premiar a sus dos mejores empleadas con un puesto fijo y como agradecimiento empezaron las bajas indiscriminadas, asumiendo él los costes en impuestos desproporcionados para lo que recibía de ellas. Porque el empresario es el que paga la fiesta, no la paga el gobierno, ni los sindicatos, ni el concejal de mi pueblo.
-Una historia de un tío que montó una ferretería, se asoció con unos brasileños y le metieron 14 kilos de farlopa en la trastienda, entre los tornillos.
-Una historia de un taxista que desaparecía una semana cada seis meses y siempre volvía con las cejas depiladas y sin contar por qué coño hacía aquello…
Una historia…
Historias, magníficas historias reales.
Entonces, después de tres horas escuchando y disfrutando… (escuchar te hace libre y casi guapo) me dice muy serio…
(Mira.
Mira con atención lo que me dijo…)
-El problema que le veo al tema de los abogados, es que vender nuestros servicios es muy difícil porque son temas muy serios y aburridos para la mayoría.
¿Mi respuesta?
-Llevo tres horas escuchando historias de tu trabajo.
El abogado iba muy borracho. Creo que no me escuchó. Creo que no me entendió.
Creo que quiso hablar él y luego él y después él otra vez.
Bueno, contar historias está muy bien, pero es justo decir que la mayoría de los escritores no ganan un céntimo.
Si quieres convertir las historias en ventas, mira aquí:
Isra Bravo