Cientos de personas ofendidas ayer conmigo

Ayer me invitaron a dar una charla para un tema muy chulo de viajes. Se apuntaron miles de personas.

No por mí, claro. A mí no me conocía nadie hasta ayer.

Felicidades a la organización. Me hicieron sentir realmente bien. Gracias por ello.

 

Mi ponencia fue un éxito. Conseguí que miles de desconocidos se ofendieran por las cosas que dije.

Me alegro mucho por ello. Hay gente que se ofende y gente que vende.

Es lo que hay.

 

¿Y qué dije?

Pues mira, te lo voy a contar con una historia.

Ojo, te puedes ofender.

Ya sabes, gente que se ofende, gente que vende.

 

Bien.

Tú imagina que Antoñito tiene una casa rural en algún pueblo chulo de Asturias o donde quieras imaginarte el pueblo.

Llena su web de fotos, pone frases chorras de esas que regalan debajo de la tapas del yogur tipo,

Pasa un fin de semana inolvidable…

Y luego, pues nada, no facilita la reserva ni crea un solo incentivo para que me registre en su web.

Nada.

La deja como un folleto publicitario con menos personalidad que el cargador de mi móvil.

Pone fotos de montes y habitaciones con una ventana abierta que he visto 7.559.833 veces la última semana.

Qué emoción…

 

Entonces, Antoñito se queda, principalmente, en manos de algún gigante de esos que la gente usa para reservar.

Antoñito cree que la gente no lee y que su posibilidad de hacer dinero con su negocio es hacer las mismas cosas que hacen todos los demás.

Muy bien Antoñito.

 

Ahora, imagina que Merceditas, que es mucho más espabilada que Antoñito, piensa…

“Qué cojones… voy a poner un buen reclamo de cosas que casi nadie conoce de la zona y que para acceder a esa valiosa e interesante información (debes saber venderlo, claro, las cosas gratis también hay que venderlas) me tienen que dejar el email…”

 

Y luego, Merceditas, empieza a mandar emails a su lista… o sea, crea un activo propio de su negocio. PROPIO.

El de facebook, no.

El de twitter, tampoco.

El de instagram, menos.

¿Booking? Al infierno

El suyo.

 

Y en los emails habla de sitios raros donde comer, historias peculiares de los lugareños, bosques perdidos para llevar a los niños, el sonido misterioso de las escaleras de la casa cuando estés con tu familia una noche de invierno, los sitios donde van los solteros a…

Lo que sea que tengas que contar. Da igual dónde estés. Como si tienes el negocio en medio de la M-30.

Da igual. Siempre hay historias. Siempre.

 

Entonce claro, yo, que un día me suscribí porque el reclamo que me ponía Merceditas era chulo y pensaba que quizá algún día fuera por la zona, empiezo a recibir esos emails y cada vez me apetece más vivir lo que esa mujer está poniendo en mi cabeza.

Y un día ¡pum! me vuelvo loco y reservo. En su web, claro. Merceditas ya ha pensado en eso.

 

Dicho esto.

Lo que he contado es sencillo.

Personalmente, he mandado emails hasta para cervecerías invitando a la gente a que visitara el sitio hablando de la tapa que iban a poner el sábado.

Y había gente en la calle. ¿Por mis emails?

No coño, por la tapa…

Mis emails dan igual. Yo doy igual. Tú das igual.

Lo único importante es dibujar en la cabeza del que nos lee.

O eres activo o eres pasivo.

O das o te dan.

Sopla o sorbe.

Esto es Internet. Son los nuevos felices años 20.

Tú verás.

Si usas tu cabeza y no la de tu vecino, ganas.

Los demás, mientras, se pueden seguir ofendiendo.

 

Bien.

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Isra Bravo

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*Copywriter Isra Bravo