El viernes tomé unas cervezas con un tipo que me recomendó un libro.
Siendo quien era, no dudé en comprarlo.
¿Qué libro?
“Pensar rápido, pensar despacio”.
Aunque ya lo tengo, todavía no he podido empezar a leerlo.
Por el breve resumen que me hizo, habla de cómo las personas tomamos decisiones en una rápida primera impresión.
Basta una foto o leer unas líneas de un mail, para que nuestro cerebro, sin procesarlo de manera racional, ya tenga clara su decisión al respecto.
A veces, leemos algo que “no sabemos” lo que es, pero que nos “chirría”.
No lo sabemos interpretar, o no nos molestamos en ello, simplemente se queda ahí, en nuestra cabeza.
Y hay algo, de lo que hablo en el módulo I del curso de email marketing, que hace muchísima gente por mail, y que es de lo mejor que puedes hacer si no quieres vender.
Es infalible para no vender.
Posiblemente, cuando muchos lectores lean esas cosas, no sabrán exactamente qué falla, pero “sentirán” que algo falla.
Su cerebro ya habrá tomado una decisión. Ya “pensó rápido”.
¿Por qué sé eso?
Son las cosas que se aprenden con el tiempo, las pruebas y la experiencia.
Y ahora, cuando veo una campaña de email y me dicen que no está funcionando, solo con quitar esos detalles, la campaña funciona mejor.
Solo por quitar eso.
No es magia, claro. Ni un plugin fluorescente.
Es algo que está en nuestra naturaleza animal. Algo primitivo.
Otra de esas cosas que nos “chirrían”, la comento en el boletín de regalo que va con el curso y que entendí gracias a Gustavo Bueno.
Si haces eso, tu potencial cliente no sabrá “qué falla”, pero sabrá que “algo falla”.
Son esos pequeños detalles que hacen que una marca personal sea atractiva o no lo sea, aunque “no sepamos el motivo.”
En todo caso, ve a la página 9 del boletín que solo está disponible hasta el día 28, por si acaso estás cometiendo ese error.
Isra Bravo