Ayer fue la reunión de principio de curso en el cole de mi hija.
Casi me vuelvo loco.
El caso es que allí estaba, en una silla infantil con las rodillas a la altura de la cara siguiendo la charla.
Una de las madres, decidió ejercer su derecho a ser idiota y no paró de protestar por todo.
Sobre todo con las normas.
La número 1: Al cuarto retraso a la hora de la entrada, el niño no podrá pasar a la clase.
Entonces, la madre con derecho, sacó a pasear una terrible voz de pito que me taladró la cabeza y dijo… “me parece muy mal, y qué hacemos con el niño, ¿lo dejamos en la calle?”
Se hizo un silencio. Le parece mal que se castigue que alguien sea un impuntual sin justificación no una vez, ni dos, ni tres, hasta cuatro veces.
Después. todo el mundo hablando, sin poder entender a la profesora, sin poder entender nada.
La 2: Al recreo nada de chucherías, solo frutas y/o frutos secos.
Nuestra heroína salió otra vez a la palestra. “Y si no tengo fruta, ¿no puedo poner galletas?»
Otro silencio. Después otra vez todo el mundo con algo que aportar, con algo que decir.
La 3: Cuando salen de clase, ni alumnos ni padres pueden entrar.
Ante eso, tampoco se podía callar, “Y si se olvida algo importante, ¿qué pasa? No lo pienso dejar ahí…”
Dos segundos de silencio y paz, rotos de nuevo por gente dispuesta a hablar mucho y escuchar poco.
Yo estaba allí, con mis rodillas en mi cara, con cara de empanado, mirando al infinito y pensando en las Mama Chicho bailando en bikini de cuando era crío.
La gente no paraba de hablar, ruido, sin escucharse, sin entenderse, sin vida…
Decidí que era demasiado para mí.
Me levanté, me acerqué a la profesora y le dije al oído, “me largo, no soporto esto, aquí te dejo los datos que necesitas, te deseo mucha suerte, la vas a necesitar.”
Me miró casi con amor, se despedía de la reunión la única persona que fue a escuchar y no a dar sus putas opiniones inútiles.
Solo quería saber qué tiene que hacer mi hija en el colegio. Nada más. Era todo extraordinariamente sencillo.
La gente lo complica todo.
No quería cambiar el mundo, ni ser un referente en mi nicho antes del fin de semana, ni hacer “networking” en facebook.
Pero la gente prefiere el ruido, la masa amorfa, las cosas que brillan, las promesas fáciles e inútiles, las riquezas sin esfuerzo, el éxito sin sacrificio, la superficie con olor a crema solar en vez de la profundidad con el tesoro…
por eso la mayoría de la gente no gana, ni ganará dinero online, en su vida.
Están demasiado enamorados de su cabeza y sus opiniones como para salir de ahí.
Suerte que los que entiendan que deben salir de su cabeza y entrar en otras (y mira que es sencillo) ganarán dinero.
Isra Bravo