Una vez andaba por Polonia. Varsovia concretamente.
Una tarde de viernes, solo, con 10 grados bajo cero y la decadencia comunista en la arquitectura de aquellos bloques feos que marcaban mi camino, entré en una joyería.
Dos horas buscando una. Por fin la encontré.
¿Mis ahorros? 900€
¿Mi objetivo? Un anillo más impactante que un congreso de expertos en marketing online.
La dependienta me sacó varios, pero a mí ya me gustaba el primero que vi.
850€. Pagué y me fui feliz con mi anillo y mi recuperada ruina.
Era tan brillante y bonito que parecía más caro todavía. Eso me gustó.
De vuelta a España me encontré con la chica. Y viajamos a la Costa del Sol. Un viaje secreto.
Una noche, en la orilla del mar, con la luna reflejando en el agua la lengua de luz y el anillo entre nosotros hice lo que tenía que hacer. Lo que me llevó hasta allí.
Lloró emocionada.
Soy algo clásico y si tengo una cita con una mujer pago yo y si pido matrimonio llora ella.
Quizá algunos se sientan muy ofendidos, quieren que lloremos los dos, que el anillo lo paguemos a medias y que en el embarazo a mí me den las nauseas.
Pero va a ser que no.
Va a ser que tengo mi propia manera de ver la vida. Mi vida.
Tu puedes tener otra muy diferente. Me parece muy bien.
Cuando vendes, tampoco puedes gustar a todo el mundo y debes mostrarte cómo eres sin miedo.
¿Mi propuesta?
No es matrimonio.
Es que si tienes algo que vender, algo que ofrecer, algo que contarle al mundo, hazlo, sin miedo.
Los buenos tiempos siempre llegan cuando no tienes miedo.
Isra Bravo