El otro día me contó un suscriptor, que una copywriter española más famosa que los Beatles, le dijo de mí que debía ser un borracho viendo los mails que mando.
Oh madre.
Te cuento algo rápido, he mandado unos 1500 mails, más o menos. No solo para mi, claro, hablo también de los que mando para mis clientes.
No todos los escribí borracho. Solo unos 1300.
En resumen, no soy ningún experto en email marketing.
Para ser un experto me tendrían que invitar a congresos de expertos pero es que yo no voy a fiestas que no sirven cerveza.
Aunque si hablo de mi tasa de conversión pues… lo mismo me contratan para que mande mails vendiendo sus congresos.
En todo caso, aunque no tenga ni idea de email marketing te voy a escribir un mail de esos que lo mismo funcionan.
Mira.
Cuando trabajaba en Irlanda, una noche que estaba muy borracho, mucho más de lo que suelo estar cuando escribo mails, conocí a una irlandesa que también iba fina.
El caso es que le pregunté si me acompañaba a casa.
Aceptó.
Nos desnudamos, nos metimos en la cama y bueno… cuando rozas una piel, acaricias y besas, la temperatura sube y notas ese suave calor eléctrico por dentro que hormiguea y sube y sube hasta que ¡PAM! Salta como el pan de una tostadora.
El caso es que a la mañana siguiente me levanté, me miré en el espejo y tenía un tanga rojo enganchado en la oreja.
No sé cómo llegó allí, pero allí estaba. En la oreja. Era un perchero humano.
Volví a la cama y me quedé sentado en el borde sin despertar a la chica. Al rato, me miró entre divertida y extrañada. Una de esas miradas que dicen que ese día habrá lo mismo que la otra noche.
Ya sabes.
Y le dije…
-Tengo tu tanga perchado en mi oreja, ¿que harás al respecto? (yo siempre hablo muy raro cuando me cuelgan tangas de las orejas)
-Ese no es mi tanga, el mío es azul, yo odio el rojo. ¿Qué haces con eso en la oreja?
Oh vaya.
Resulta que tenía un tanga que no era el de mi cita, colgado de mi oreja. Supongo que estas cosas pasan por ser un borracho y por no tener ni idea de email marketing, de copywriting, ni de casi nada.
Por cierto.
Si tienes un negocio online y sabes cómo hacer para que tu cliente lea y compre, lo tienes casi todo.
Isra Bravo