El verano que tenía 16 años no tuve un amor.
Tuve un trabajo. Uno duro. Por monótono.
10 horas diarias de lunes a sábado, separando tubos de escape por tramos. Me daban un martillo y golpeaba con fuerza para separar los tres tramos.
Ese era mi trabajo. Esa era mi vida entonces. Un desguace, un martillo y un montón de sueños.
Una mañana, cansado de estar siempre de pie dando golpes con el martillo, me senté en el suelo.
Los compañeros que tenía alrededor, se empezaron a reír.
“Verás como te vea el sheriff” “No se puede trabajar sentado”
Yo no estaba de acuerdo con eso. Al sentarme, hacía mejor mi trabajo. Era más cómodo, es verdad, pero también más productivo.
Sin embargo, siempre hay gente que cree que para que algo funcione debe ser complicado.
Supongo que por eso van de letrero luminoso en letrero luminoso, complicándose la vida con tonterías superfluas para vender online.
¿Sabes qué necesitas para vender online? Un producto que alguien quiera. Encontrar al que lo quiere. Preguntarle si lo quiere.
Bien, que me desvío.
Al rato vino el sheriff.
El sheriff no era el jefe. Era uno de los encargados. Un macarra de alrededor de 50 al que todo el mundo tenía miedo.
Yo no se lo tenía.
No es valentía. Simplemente no tengo miedo a las opiniones de nadie. Me vacunaron en el colegio.
Cuando con 9 años una profesora te llama gordo a voces en clase, nada de lo que después digan sobre ti es demasiado importante. Eres inmune a todos los idiotas del mundo. Y a sus opiniones.
El caso es que el sheriff se puso frente a mí y me dijo…
-Vaya con el Isra… llevo 10 años como encargado y eres el único de toda esta panda que ha utilizado la cabeza.
El sheriff se fue.
Mis compañeros, que querían sangre y humillación, estaban desconcertados. No hubo circo.
En realidad, no solo estaba más cómodo, es que sacaba adelante más trabajo si lo hacía sencillo.
Y sobre cosas sencillas.
Mira a ver cómo cuentas las cosas. Ahí está el dinero. No está en las luces de neón que persigue todo el mundo.
Es bastante sencillo.
Isra Bravo