Consejos de un presidiario

Tengo un amigo que pasó cinco años en la cárcel.

Los motivos no vienen al caso.

Una tarde, mientras tomábamos cerveza, cambiábamos el mundo y nos dábamos un montón de opiniones no solicitadas, le pregunté por el aspecto mental.

Ya sabes.

Por la parte de estar encerrado entre barrotes como un perro.

 

Me contó que el gran error que comete mucha gente en la cárcel es obsesionarse con el tiempo que le queda de salida. Con las cosas que harán al salir.

Eso que vemos en las películas del preso con una tiza poniendo palitos en la pared.

Eso es lo peor que puede hacer una persona encerrada, pues está pasando de la euforia al abismo de manera constante. Eso agota las cabezas humanas de manera incalculable.

Incluso más que los bonus de valor incalculable de los cursos de marketing online.

 

Bien.

Es como lo de los objetivos y sistemas.

En los negocios es mucho mejor tener sistemas que objetivos.

Como diría el gran Scott Adams, los objetivos son para fracasados. Esta frase, que suena extrema, encierra mucha verdad.

 

Encerrado pasa igual.

Cuando un preso se levanta una mañana y piensa que le quedan 5 años, su cerebro puede jugarle muy malas pasadas. Debe protegerse mediante un sistema.

Ojo, al menos así me lo contó mi amigo el presidiario y yo escucho muy atentamente a mis amigos, que para eso lo son.

 

¿Qué hizo?

Bueno, pues en vez de pensar lo que le quedaba, centró toda su atención en el día a día.

Hoy voy al taller de carpintería.

Hoy cocina.

Hoy en el patio pienso ganar a los capullos del pabellón 7.

Hoy…

 

Pensaba, exclusivamente, en un horizonte mental de un día. Solo ese día.

Me dijo que no fue fácil al principio, pero que a base de esforzarse, en unos días ya lo tenía controlado y que fue una bendición y una auténtica fortaleza mental.

 

-No pensaba en las cenas que se iba a dar cuando saliera.

-Ni en las mujeres con las que se acostaría.

-Tampoco pensaba en la playa, ni en correr por un parque.

 

Porque todo eso, aunque le pudiera dar una alegría momentánea, a la larga, le hacía mucho menos llevadero el encierro.

Así que solo pensaba en lo que haría ese día.

Bueno, no soy psicólogo. Soy copywriter. Mi amigo tampoco es psicólogo. Mi amigo es presidiario. Ex-presidiario, más bien.

Pero ayer hablé con él y le dije…

“Estoy haciendo lo que me contaste, me ha costado varios días, pero es grande. Me alegro mucho de que hayas estado en la cárcel”.

Nos reímos un rato.

 

Otra cosa, tengo una membresía para aprender copywriting.

Saco un curso mensual. Son buenos. El de este mes es un especial para escribir balas que valen. Es muy bueno.

Hasta el día 31 de este mes te puedes dar de alta.

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Isra Bravo

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*Copywriter Isra Bravo