Los redactores publicitarios de la vieja escuela, vamos, los copywriters, tenían la costumbre de incluir en todos sus envíos, una posdata.
Me estoy refiriendo a los envíos de correo postal en el que metían sus cartas de venta.
¿La razón?
Muy sencillo. Nadie se siente obligado a leer publicidad. Nadie.
Entonces, ellos suponían que cuando la gente echa un vistazo rápido a una carta, van directamente a la posdata para ver si eso es de su interés.
Si la posdata era buena, volvían arriba, si la posdata era mala, se acabó la fiesta.
Luego, con la llegada de internet, pues hubo (y supongo que todavía habrá) debates sobre la conveniencia o no de poner posdatas en nuestros correos electrónicos.
A mí es que los debates me aburren muchísimo.
Y más en estos temas.
Personalmente las posdatas me gustan, ya está. Pero no estoy casado con ellas.
Es más, tiempo atrás escribí una carta física para vender los servicios de un abogado y no incluí ninguna posdata.
Y esa carta, y lo que puse en el sobre, está incluida íntegramente en mi boletín de junio que va junto al curso de email marketing.
Íntegra.
Soy un firme defensor de utilizar (al menos de saber utilizar) los recursos más “antiguos” de publicidad, para seducir y persuadir en el contexto actual.
Ya sabes cómo de bueno es el contraste.
Aquella carta, funcionó realmente bien. Y es algo que sin duda, recomendaría tener presente a cualquier negocio online.
Ya seas SEO, diseñador web, CM, en fin, cualquier cosa relacionada con el marketing online actual.
En el boletín viene el ejemplo con un abogado, pero se puede utilizar para cualquier negocio.
En todo caso, una gran dosis de inspiración, aquí:
Isra Bravo