Uno de los trabajos más importantes que tuve fue montando pladur.
Y sin embargo apenas he hablado de ese trabajo.
No sé la razón, la verdad.
Pero en esto de montar pladur hay una historia interesante de ventas y vida.
Resulta que hace unos 22 años montaba pladur con mi amigo Mario (ahora volvemos a trabajar juntos, qué grande es la vida) y se anunció mucho por la tv que se acercaba un gran eclipse.
El día del gran eclipse.
No recuerdo el día, pero era un día muy señalado y nosotros estábamos montando un teatro en la zona de Chamberí, en Madrid.
Cuando digo montando un teatro, nada de glamour, nosotros llevábamos placas y hacíamos tabiques.
No éramos artistas, éramos inadaptados y fracasados en el escalón previo a dormir en el cajero.
Entonces, dentro de la cuadrilla de desesperados que estábamos ahí, había un tío con la cara y la mente y el alma deformada que siempre me miraba raro.
El tipo era tan animal que en 6 meses no fue capaz de aprenderse mi nombre.
Y no era una gracia.
Y este tío andaba obsesionado con que el eclipse era el final del mundo.
Que todos íbamos a morir aquel día.
Entonces me miraba y me gritaba…
Indi, que se va cabar el mundo!!!
Yo era Indi, porque no sabía decir Isra.
Se pasó así días, luego llegó el día del eclipse y aquí estamos.
Bien.
Es muy difícil saber de ventas si no te han gritado a la cara… ¡Indi, que se va cabar el mundo!
Muy difícil.
¿La razón?
Porque las ventas y la vida es lo mismo y si te obsesionan los embudos y la segmentación lo mismo es que has vivido poco.
Y eres un poco pelmazo.
Y lo tienes que complicar todo para que los demás crean que sabes hacer algo especial.
Pero no haces nada especial.
Solo tienes miedo.
Y te complicas la vida porque tu vida fue demasiado sencilla hasta ahora.
Hay que vivir más y mirar más.
Tiene que doler más.
Esa es la mejor escuela de marketing del mundo.
Hazme caso.
Escribo porque me gusta ganar dinero. El libro.