Cuando en 2017 monté la web para empezar a vender la primera formación de copywriting que ya tenía preparada, contacté, por casualidad, con el diseñador web Sergio Kolomiychuk.
Un tipo con el que ahora apenas hablo pero que siempre recomiendo. Lo hago con gusto.
A mí me ayudó y se molestó cuando arrancaba.
Y mi torpeza tecnológica era lo suficientemente grande como para tener que pedirle ayuda en cómo vender mis cursos online.
No sabía nada de nada, de nada. Ni poner un botón de pay pal. Solo sabía copywriting. Lo demás, me era ajeno.
Y algo que le pedí siempre fue una web sencilla y fea.
Entiendo que feo puede tener muchas lecturas, pero sencillo es sencillo.
Una web sencilla es que quiero un fondo blanco y textos negros.
Una foto y sitios para que la gente pinche y compre.
Ya está.
Y Sergio siempre me dijo que era realmente el cliente ideal, y que sabía que sencillo significaba sencillo.
Por lo visto es muy habitual que a los diseñadores les vuelvan locos y cuando alguien dice sencillo le sale el decorador que lleva dentro y quiere 19 tipos de blanco.
Blanco blanco.
Blanco roto.
Blanco hueso.
Blanco leche.
Blanco nube.
Blanco terciopelo.
Blanco que te quiero blanco.
Y el botón rojo, que convierte más.
Pero no rojo, rojo.
Rojo palo.
Rojo puti.
Rojo Lenin.
Y así hasta el infinito.
De aquella primera web del 17 han cambiado muchas cosas.
Pero algo es inalterable. Es fea y es sencilla.
Y estoy seguro de que esa fue gran parte de que las cosas funcionaran.
Yo sé hacer esto, hago esto. Lo demás, quiero que sea sencillo y feo.
Al menos, sencillo.
Porque cuando al mes de tener esa web no había recibido ni un solo mensaje, excepto uno para decirme que era un gilipollas y que me muriese (creo que se refería profesionalmente, pero tampoco lo tenía claro y no le pregunté), pues me acercaba al precipicio.
Me asfixiaba.
El aire pasaba de largo.
Nada tenía sentido.
Pero un día, algo cambió. Y cambió por dos razones.
La primera es porque seguí. Así de simple.
La segunda es porque escribí (está bien decirlo) una página de ventas cojonuda donde ofrecía mis servicios.
De ahí salieron grandes clientes con los que ahora, algunos, me une una amistad.
Y no hay merito, porque sabía, porque lo había visto muchas veces cuando no tenía web, que una buen página de ventas, puede voltear radicalmente tu vida.
Bien.
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Isra Bravo