Una vez, le preguntaron al alemán Siegfried Vögele, uno de los más grandes genios del marketing de respuesta directa de todos los tiempos, o sea, un copywriter que no está jugando en un parque de bolas…
cuándo había que hacer regalos al potencial cliente al que se le mandaban las cartas de venta.
¿La respuesta de Vögele?
«No corras demasiado a hacer regalos para que te den las gracias».
Bien.
En el contexto actual, donde casi todos los vendedores lo hacen por el irresistible deseo de ayudar a los demás, (a ver si alguien saca pronto un bonus para ser misionero que el mercado lo está pidiendo a gritos) me gusta el ángulo de este tipo.
Es, simplemente, sentido común y saber de ventas.
Pero la realidad es que pocos saben de ventas y todavía menos tienen sentido común.
Lo primero tiene arreglo. Lo segundo ya es más complicado.
A ver, el otro día estuve viendo un webinar de un tío que estuvo 1 hora hablando de que las titulaciones universitarias no valen de nada.
Que es tirar cinco años de tu vida y bla bla bla.
¿Qué vendía él?
Pues te enseñaba a vender complicándote muchísimo la vida y… te daba un diploma que certifica que has acabado su programa.
Qué grande.
O sea, ir a la universidad es perder el tiempo, pero comprarle a él un curso de miles de euros y que uno de los principales reclamos sea que te certifique con un diploma que imprime su cuñado, eso sí es importante.
Ese título, sí.
Un máquina.
Bueno, pues así está el patio.
Supongo que somos una sociedad con egos mal gestionados y expectativas demasiado altas para nuestra capacidad de sacrificio, entonces, cuando no se cumplen esas expectativas que queremos y…
sentimos que nos deben….
pues nos frustramos y pasa lo que pasa.
Es lo que hay.
¿Valores? Mis cojones.
Otra cosa, vendo un curso para aprender email marketing.
Para aprender a escribir emails en cualquier sector utilizando la psicología de marketing de respuesta directa.
No hace falta ser misionero.
Solo tener algo que vender y querer venderlo.
Isra Bravo
