El martes salí a cenar.
Era la noche de los fuegos en Gijón. Algo así como la nochevieja. Todo lleno.
No me gustan las aglomeraciones pero salí porque a mi pequeña le hacía ilusión ver el cielo iluminarse con fuegos “articiciales”.
Bien.
Reservé mesa en un restaurante chulo con gran terraza, vista al mar, DJ en directo, camareros amables, palmeras y zona de juego para niños.
Podías pedir toda la bebida que quisieras durante la cena y a la media hora estábamos la mitad del restaurante borrachos.
La otra mitad, muy borrachos.
En la mesa de al lado donde me emborrachaba yo, había un matrimonio con una hija y un hijo adolescentes.
Ellos se emborrachaban en silencio.
No hablaban. No se dirigían la palabra. Créeme, en medio de ese jolgorio, era hipnótico. Fascinante.
Durante la cena, la hija y los padres sacaron sus móviles. Empezaron a fotografiar cosas.
El hijo no hacía nada. Miraba al infinito.
No supe descifrar si era más listo y sentiría vergüenza por tener una familia así o es que era todavía más tonto y no sabía ni manejar un móvil.
Bien.
La madre hizo fotos al postre, lo subió a facebook y dijo, en una de las pocas veces que habló, “Jaime y Elisa han dado me gusta, son súper majos” a la vez que levantaba el pulgar.
El marido respondió entreabriendo la boca sin emitir sonido. Parecía satisfecho.
El hijo seguía con la mirada perdida.
¿Y que tiene que ver esto con las ventas?
A mí, como ciudadano no “influyente” y sin ganar dinero en “piloto automático”, me da pena ver gente así.
Es estúpido y triste.
Sin embargo, en plan egoísta, para vender, es un paraíso.
Casi todos los emprendedores tienen la aptitud de este matrimonio de la cena.
Ojo, no digo que sean tontos, nada de eso, digo la aptitud. La mentalidad.
Si me estás entendiendo… puedes ganar mucho dinero online.
Estamos en la mejor época de la historia para vender, si tienes la mentalidad correcta, claro.
En cualquier caso todo esto lo enseño aquí:
Isra Bravo