“Yo nunca he vendido nada, de lo que se trata es de que el comprador quiera comprarlo”.
Ken Perenyi, el falsificador de arte más conocido del mundo.
Cuando tenía 9 años y pasaba el verano en casa de mis abuelos, había un helado que estaba de moda. El colajet.
Una tarde, fui a comprar uno a la tienda de chucherías de la Clara, que además de helados, pipas y caramelos, tenía mala hostia.
-Señora Clara, ¿me da un colajet?
-Toma, pecoso.
El caso es que me senté en un banco de piedra a comerme el helado y en el palo ponía “vale por otro colajet”.
Vaya subidón. Mi primer premio. Mi primer bonus. Mi primer ingreso pasivo.
-Señora Clara, me ha tocado un colajet.
-Toma, pecoso.
Me fui al mismo banco y en el palo de ese otro helado ponía “vale por otro colajet”.
Volví donde las chucherías a reclamar mi premio.
-Señora Clara, me ha tocado otro colajet.
-Qué pasa pecoso, ¿pintas los palos?
-No señora.
Me comí el tercer helado y ponía “vale por otro colajet”. Pero esta vez, decidí guardarme el palo.
Al día siguiente fui a canjearlo, pero en el nuevo no hubo suerte. No había premio.
Así que pensé en lo que me dijo el día anterior y decidí pintar el palo. “Vale por otro colajet”, lo pinté con boli rojo, como el original.
Era la falsificación perfecta.
-Señora Clara, me ha tocado otro colajet.
Ella agarró el palo, y cuando parecía que la suerte me acompañaba, que la vida eran veranos eternos y calojets infinitos, me miró y, sin decir palabra, salió del mostrador, me agarró bien fuerte la oreja, la retorció y me dijo:
-Mira pecoso, como vuelvas a intentar engañarme te mando con la guardia civil para que pases la noche en el calabozo.
Bien.
En mi curso no digo ni una sola vez la palabra colajet.
Pero sí te enseño un recurso literario utilizando como ejemplo una tienda de chucherías… y es muy bueno para vender.
Yo lo utilizo bastante y queda pegado como gominola en la cabeza del lector.
Isra Bravo