Lo que aprendí de ventas con una idea psicópata y un pollito rosa

A raíz del email de ayer, donde conté lo altamente rentable que son las campañas de publicidad física en estos tiempos digitales, recibí una respuesta.

Una opinión no solicitada sobre mi opinión no solicitada.

Decía así:

“No tiene sentido mandar cartas físicas, con el coste que eso tiene, teniendo acceso a miles de personas con publicidad segmentada online.

Es algo absurdo.

Algunos os habéis quedado en el siglo XX. Lo siento por vosotros”.

 

Lo firmaba un señor, señora o señer anónimo.

Un opinante desafiante pero anónimo.

 

Bien.

Cuando tenía 13 años me gustaba una de mi clase que no me hacía ningún caso.

Hasta aquí, todo en orden.

Entonces, para llamar su atención, se me ocurrió comprar un pollito de color rosa de los que vendían en el metro por aquellos años.

En vez de bolsos, vendían pollitos de colores que tenían en cajas.

En el metro de Madrid.

En serio, eran animales vivos pintados de colores que vendían en cajas.

Yo compré uno rosa para demostrar que además de un romántico era un defensor de la libertad de los pollitos rosas.

 

Total, que compinchado con una amiga común, se lo metí en su mochila y le dije…

«Tengo un regalo para ti, está en tu mochila».

Ella me miró como se mira a las máquinas de vending, con indiferencia por su aspecto pero con tensión por si se queda con tu moneda.

El caso es que abrió la mochila y cuando se encontró al pollito rosa empezó a dar gritos.

Joder, vaya manera de conquistar.

«¡Sacad eso de ahí! ¡Sacad eso de ahí!»

 

Lo saqué.

Me dijo que estaba loco y que no quería que me acercara a ella nunca más.

Ni yo, ni el pollito rosa.

 

Bueno.

Pues cuando tú metes cosas inadecuadas en sitios más inadecuados, te puedes llevar un susto y una decepción.

Ahora, cuando lo haces bien, la cosa cambia.

 

Y lo que te cuento en la formación de diciembre, concretamente en la página 12, es una extraordinaria manera de vender, de forma tradicional, en la era digital.

Con envíos de cartas físicas.

Y funcionar, funciona. Mucho.

En el siglo XX y el XXI.

Eso sí, debes saber lo que metes y dónde lo metes.

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Isra Bravo

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*Copywriter Isra Bravo