Cuando trabajaba en Irlanda, solía viajar a Dublín.
Una noche de lluvia típica irlandesa me planté en el barrio cerca de la estación de autobuses.
Yonkis, borrachos, fulanas, ya sabes…
Cualquiera que haya salido de su pueblo sabe que en la mayoría de las ciudades, el barrio que rodea las estaciones, suele estar lleno de la gente que vive más cerca de la alcantarilla que del cielo.
Bien.
Acababa de llegar a la ciudad y no tenía ni tiempo, ni ganas, ni dinero de buscar un hotel decente, así que encontré uno en un callejón, como los que utilizan en las pelis para asesinar al pardillo que vuelve a casa.
Charcos, farolas rotas, contenedores con seres vivos dentro y solitario.
El recepcionista me recibió con un cigarrillo en la boca y sin levantar cabeza. Me cantó el precio.
Le di el dinero.
Me dio la llave.
Subí a la habitación, me cambié y me metí en la cama. En ese momento solo quería descansar.
A las 03:00h se abrió la puerta.
Había un negro. Un negro gigante. Dos metros y más de 120 kilos.
Era tan grande que solo dejaba pasar dos pequeños puntos de luz entre sus hombros y el marco de la puerta.
El resto, era una inmensa sombra.
Encendí la luz, le miré, me miró, no dijimos nada.
A pesar de que yo también soy gigante, creo que ese tipo me habría destrozado.
Pero no lo hizo. Me miró un par de segundos y se largó.
Yo apagué la luz y seguí durmiendo.
Puede que estés pensando que por qué no me levanté y dije algo en recepción…
Pero si piensas eso es porque no sabes dónde estaba durmiendo. Si no me atracaban o me daban un navajazo, ya era suficiente servicio de habitaciones.
Y mira, te cuento esto porque todos hemos estado en algún sitio equivocado. O peligroso.
Montar un negocio, puede ser fuente de enormes satisfacciones. Independencia, dinero, nada de jefes, organización de horarios…
es buena cosa, no hay duda.
Pero también es peligroso…
perder dinero, grandes años, parejas… Si montas un negocio y no vendes, si los ingresos dependen de ahí, las parejas ya no son tan románticas. Es la vida.
Éxito o fracaso.
Guapo o feo.
Listo o tonto.
Quizá no sea justo, pero no es asunto mío. Mi asunto es hacer lo que de mí depende.
Isra Bravo