Mira.
Esta mañana, cuando llevaba a mi pequeña al cole, hemos visto un cartel gigante en el portal.
Ponía lo siguiente:
“Se prohíbe dar de comer a las palomas desde las ventanas de este edifico”
-Para hija, no tenemos prisa ¿qué pone ahí?
“Se pru…ibe, dar deee comerr a la las palomas desde laaaa ventanas de este en dificio”
-Muy bien vida. Cada día lees mejor.
Y hemos seguido nuestro camino al colegio, hablando de los frikis que reciben a las palomas en casa para darles de comer.
Bien.
A mi pequeña le ha costado mucho leer. Mucho. Muchos compañeros suyos ya leían el año pasado.
Un día, hablando con un padre, me dijo que si me preocupaba de alguna manera.
-Pues no, no me preocupa nada. Ya aprenderá. De momento, le leo yo cada día.
Supongo que esa es una de las muchas razones por las que el gran Scott Adams dice que las metas son para perdedores.
Es cierto.
Mucha gente se obsesiona con algo. Por ejemplo, “mi hija tiene que leer antes de los 5”.
¿Y eso?
¿Y luego qué? ¿Ya está?
Lo mismo no vuelve a leer hasta los 55 años y se cree que Pedro Sánchez sabe escribir.
¿No será mejor que lea un poquito cada día, y hasta que sepa ella alguien lo haga para estimular su inmensa imaginación?
¿No será mejor un sistema que una meta? ¿No es mejor un hábito?
He conocido gente que dice que aprendió a leer a los tres años, y luego tienen menos luces que un becerro de tres meses.
Así es la vida.
Las metas son un fracaso. Lo importante es crear algo y hacerlo, y hacerlo, y hacerlo.
El éxito es la consecuencia natural de un sistema. Eso dice Adams y lleva razón.
Es una consecuencia casi inevitable. El éxito es la consecuencia de no tener metas.
Si has entendido esto, mira aquí:
Isra Bravo