Una suscriptora de mi boletín mensual (en octubre abro de nuevo suscripciones) ha vendido en una semana lo que pensaba vender en dos meses.
El mérito es suyo, por supuesto, aunque ella me atribuya partes a mí.
No voy a decir ahora quién es pero lo diré en breve.
El caso es que una lectora de su lista le dijo…
“Tu nueva carta de ventas es un tostón, es muy larga, yo soy de la escuela de XXX…”.
Madre mía…
A ver, no hay que hacer caso a los suscriptores.
Quiero decir, ni a los suscriptores ni a nadie, aunque se escuche atentamente a todo el mundo. Atentamente.
Son cosas muy diferentes.
Escuchar a potenciales clientes es muy diferente a que hagamos caso al primero que pasa por allí y nos dé una opinión no solicitada sobre nuestras cartas de ventas o emails.
Esto está lejos de ser una afirmación desde la prepotencia, al contrario, simplemente digo que es mejor hacer caso…
un enorme caso a la GRAN opinión, la verdadera fuente de la
sabiduría…
¿Cuál es esa?
El mercado.
El mercado habla claro.
Si esta suscriptora, en vez de tener la seguridad que le han dado un montón de ventas en una semana y ver cómo está funcionando su trabajo, estuviera empezando, quizá lo habría cambiado todo sin dar una oportunidad a sus textos, ideas y estrategias.
Hablo de eso.
Debemos aislarnos del ruido.
Cuando saqué mi primer curso, un suscriptor me dijo, “con esa carta de ventas tan larga no creo que nadie llegue hasta el final”.
El tío sabía de copywriting lo mismo que el hamster que le he comprado a mi hija y que se llama Raúl.
Raúl no sabe de copywriting ni de ventas. Raúl da vueltas en una rueda y puede tener hijos a los dos meses de nacer.
Es muy profesional.
Es bueno en eso, en escribir para vender, no, en procrear, sí.
Buena parte del éxito lo da la seguridad, y buena parte de la seguridad la da saber lo que estás haciendo.
Para saber qué hacer con tus textos, tengo esto:
Isra Bravo