Esto que te voy a contar va de provocación, anuncios y ventas.
Y lo mismo utilizas alguna cosa por ahí para ti.
Mira.
Cuando tenía 17 años era cantante en un grupo.
Cantante y líder espiritual.
Nos llamábamos Conservatorio del vicio.
Oh.
Éramos malos y duramos poco.
El caso es que en el grupo teníamos a un chaval que era así como muy guapo o algo de eso. Con su pelo en orden y su sonrisa en orden y sus ojos gigantes en orden, todo en orden.
Todas las chicas le miraban.
No hablaba y ligaba.
¿Simpático?
¿Bueno?
¿Listo?
Nada de eso, guapo.
Es más, estaba en el grupo por guapo. Era tan guapo que si nos atendía una camarera no pagábamos ninguno del resto del grupo, que éramos feos.
A mí me encantaba ir con él. Era como llevar paseando a un perro luminoso, todo el mundo giraba la cabeza y le quería acariciar.
Una vez le pregunté qué se sentía con todas esas chicas mirando a su paso y me dijo: “me da igual, no me gustan las chicas”.
-Pues un día me podrías prestar tu cara, a mí sí me gustan.
Nos reímos. No hablamos más del tema. Ya estaba todo claro.
Bien.
Pues además de guapo era dibujante. Dibujaba cantidad de bien y nos hacía caricaturas con las que luego hacíamos carteles para anunciar nuestros conciertos.
Entonces en unos de esos carteles decidí poner un texto provocativo.
¿Qué texto?
Pues debajo de nuestras caras caricaturizadas decía…
“Hace falta ser muy idiota para venir a vernos un sábado por la noche a nosotros. Aunque uno de nosotros que no soy yo, es muy guapo y podría merecer la pena dependiendo de lo que te guste”.
Pegamos muchos carteles.
Aquel sábado la sala se llenó. Una sala pequeña, no te creas, pero tenía su mérito.
Entonces, ¿fue un éxito?
Pues no, se llenó de tíos que fueron para insultarnos y tirarnos cosas. Tuvimos que salir de allí medio escoltados y el guapo empezó el concierto con dos cejas y acabó con tres.
Pobre guapo.
O sea, fueron a insultarnos y a poder ser, pegarnos.
Vale.
Cuando uno provoca para vender entradas, cursos o zapatillas, da igual, tiene que saber qué pretende provocar.
Eso lo primero.
Y después saber a quién.
No se trata de decir la burrada más grande.
No se trata de eso.
Eso sería demasiado fácil. Demasiado estúpido. La provocación requiere estudio.
Así que aquí va mi recomendación:
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Ojo, la provocación puede ser muy dulce. Repito, no se trata de decir burradas, se trata de provocar reacciones.
No es lo mismo.
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Recuerda, en la primera frase, todo lo demás, va después.
Antes, no.
Después.
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Isra Bravo