De vez en cuando leo cosas.
Es bueno para el trabajo.
Aunque no sean cosas de trabajo.
Y hace muy poco descubrí, de casualidad, una novela que me enganchó.
Una novela histórica realmente buena.
Del ritmo que le imprime el autor y las líneas temporales se puede aprender un montón.
Por si te interesa, el libro se llama «El secreto de Marcel».
Y su autor, Javier Carrera Noriega.
Y no le conozco de nada. Ni en persona, ni en email, ni de nada.
Quiero decir, que no hay interés alguno en hablar de esto. No habría nada malo en ello, pero eso, no conozco de nada al autor.
0 compromiso.
Quizá me hizo gracia saber que vive en Gijón.
Quizá nos hayamos cruzado por la calle.
El caso es que descubrí una novela muy cinematográfica y con muy buenas imágenes mentales…
Imperio francés.
Napoleón.
Intriga.
Desastres, pequeños lugares, grandes historias…
En fin, lo pasé muy bien leyendo. Y aprendí mucho para cosas que aplicaré a mi trabajo.
Y cuando estaba leyendo, no podía evitar pensar cómo vendería el autor una novela de tanta calidad.
Que si después de todo el trabajo, alguien, además de un grupo de amigos y familia y algún despistado ocasional, descubría algo así.
Porque saber escribir y hacer una novela de altura es un mérito enorme, pero saber venderla es el siguiente paso y en ese paso se pierde la mayoría de la gente.
No solo los escritores, obviamente, también los que venden cualquier otra cosa.
Libros, tratamientos dentales, cuidado de mascotas, entrenamientos para hablar en público, muebles artesanos, camisetas, cerveza artesanal, programación, consultoría, diseño web,
diseño de interiores,
diseño de exteriores,
diseño de…,
diseño.
En fin, una opción es llorar y decir que la gente no valora tu trabajo y solo mira precio.
Otra opción es pensar que da igual lo que hagas, que siempre habrá alguien mejor y que te tienes que conformar con la mediocridad.
Otra opción es creerse muy listo y acabar en grupos de facebook dando lecciones sobre el trabajo de gente que vende 100 veces más que tú. Y que podría ser tu padre, tu abuelo y tu bisabuelo.
Y la opción que más me gusta es decir… no voy a ponerme a vender de vez en cuando, lo que haré es nunca dejar de hacerlo.
Y esa opción, además de extraordinariamente rentable, es extraordinariamente divertida.
A la gente que no le gusta la venta es porque no la entiende y porque no se divierte. La venta es divertidísima.
Es como el ajedrez, es como ligar.
Hay estrategia, emoción, excitación, intrigas, victorias, derrotas…
La venta es la vida.
Pero eso, a muchos no les gusta porque lo ve como la parte fea de su trabajo.
Afortunadamente, eso tiene remedio si lo quieres.
Y si estudias con atención la serie de 10 emails que tumban a lector peso pesado, entenderás la psicología de ventas y te divertirás.
Ambas cosas.
Ventas y diversión.
Diversión y ventas.
Están en el módulo VI.
Es uno de mis favoritos.
Isra Bravo