En un trabajo que tuve en un almacén, unas navidades de hace años, conocí a un chaval que se llamaba Javier que tenía un tic extraño en el ojo.
-Isra, ¿cómo podemos llevar esto entre los dos? Creo que pesa demasiado…
Entonces yo no podía hacer mucho caso a su pregunta porque mientras me hablaba guiñaba el ojo izquierdo a toda velocidad.
-Isra, ¿cómo podemos llevar esto entre los dos? Creo que pesa demasiado…
Y allí estaba su ojo frenético abriéndose y cerrándose sin descando.
Decidí, para poder concentrarme, que solo le miraría a su ojo derecho.
-Isra, ¿cómo podemos llevar esto entre los dos? Creo que pesa demasiado…
-Llevas razón Javi, lo mejor es llamar a Raúl.
Raúl era un tipo bastante fuerte. De mediana estatura y feo como una cebolla. Pero fuerte, muy fuerte.
Él era el encargado de bajar las cosas más pesadas de las estanterías. Si Raúl no podía, teníamos que utilizar el toro mecánico.
Pero no un toro mecánico como los de las ferias donde se sube la gente borracha, me refiero a un toro mecánico de almacén.
Bien.
Esto te lo cuento porque hace un tiempo, un tipo me pidió que le escribiera unos mails para vender toros mecánicos de almacén y le dije que no.
¿La razón? Muy sencillo. No lo íbamos a vender.
¿El motivo? Estaba empeñado en que escribiera los mails como si el toro mecánico lo fuera a comprar otro toro mecánico y no una persona.
Se lo expliqué. Ni caso.
Y eso, básicamente, me pasó porque le dieron mi web y sin mirar nada, me pidió presupuesto.
En fin, que me hizo perder el tiempo.
Si tú quieres aprender a que tu cliente lea y compre y que gente que no sabe ni lo que quiere no te haga que perder el tiempo, mira aquí:
Isra Bravo