Una forma de evitar el síndrome del impostor que aprendí de la forma más tonta.


Hay mucha gente que tiene el síndrome del impostor. 

Es algo lógico. 

Le pasa incluso a la gente más preparada. 

Recuerdo perfectamente cuando trabajando en Porcelanosa tenía que vender azulejos a tíos muy trajeados. 

Me sentía un capullo que solo les podría decir tonterías. 

Esos tíos superan las 50 años y tenían trajes que costaban 5 veces mi sueldo. 

Pero entonces mi jefe me contó una buena historia. 

Una historia cojonuda. 

Era una historia del futuro. 

Ni del pasado ni del presente. 

Del futuro. 

En serio. 

Me dijo, exactamente, qué iba a pasar con esos tíos tan trajeados en cuanto yo acabara de hacer mi charla, exposición o llámalo cómo quieras. 



El caso es que me contó aquello y ya no volví a tener síndrome del impostor para vender nada. 

Al menos, no el síndrome del impostor tal y como lo entiende casi todo el mundo. 

¿Qué me dijo? 

Espera. 



Antes debo aclararte que esto no tendría porqué pasarte a ti. 

Lo mismo escuchas lo que me dijo y te pones aún más nervioso. No tengo ni idea. 

No te conozco como para saberlo. 

Ahora, si escuchar esta historia no hace que veas las cosas de otra manera ante la idea de vender cualquier cosa a cualquier persona, es que tienes el corazón de madera. 

Es lo que hay. 



¿Qué me dijo? 

¿Cómo me libró del síndrome del impostor de un plumazo? 

Muy sencillo. 

Tienes que ir donde tengas mi libro Escribo porque me gusta ganar dinero (Alienta, Planeta). 

Lo abres por la página 110. 



Y más o menos por la mitad verás una frase en negrita que dice…

Una lección memorable. 

Sigues leyendo y 3 minutos después es muy probable que no tengas nunca más síndrome del impostor. 

Al menos, si lees con atención. 

El libro, por si no lo tienes, lo puedes comprar aquí:

Escribo porque me gusta ganar dinero. El libro. 

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*Copywriter Isra Bravo