Ayer pasé la noche en Oviedo y cuando despertamos me llevé a mi pequeña a dar un paseo por el centro.
Está muy bonito Oviedo. Cantidad.
A mí, como no soy asturiano, el pique que tienen los de Oviedo y los de Gijón me parece muy divertido.
Cuando los japoneses vienen de visita a España les deberían llevar al Museo del Prado, al Museo del Jamón y después a ver un partido entre el Sporting y el Oviedo en cualquier sidrería de por aquí.
Es una experiencia en si misma, aunque no te interese el fútbol lo más mínimo.
En el último derbi ganó el Oviedo.
Yo lo vi con Kolko, mi amigo ruso moldavo rumano y con otro tío que no creo que supiera donde ni cuando nació.
Lo vimos en una sidrería de Gijón.
Antes del partido había un jaleo impresionante. A los 15 minutos, ganaba el Oviedo 2-0.
He visto entierros con gente más animada. Silencio total. Si cerrabas los ojos era la sala de espera de un dentista.
Daba miedo abrir la boca, podía volar alguna silla sobre tu cabeza.
Ver la pasión, la emoción y la frustración en los demás, es divertido para un espectador.
Ver en directo a 200 tíos adultos con los ojos rojos porque ha perdido su equipo, no tiene precio.
Es un placer para el cabronazo que todos llevamos dentro.
Pero ojo, no me estoy riendo de ellos, ni de sus emociones.
A mí me pasa también. Las emociones está ahí, no es nada fácil controlarlas.
Pero sí es sencillo utilizarlas si sabes cómo.
Para vender, por ejemplo, si sabes cómo hacerlo, es una de las mejores inversiones que puedes hacer por tu negocio.
¿Y cómo trasladar esas emociones al papel?
Eso lo enseño aquí:
Isra Bravo