Mira.
Una vez hablé con un hombre muy inteligente, en Polonia. Una persona religiosa.
Estuvimos hablando 4 o 5 horas. O más.
Entonces me dijo algo que todavía recuerdo bien:
“Antes de ponerte a debatir con nadie, debes preguntarte por qué lo haces.
La mayoría de la gente, cuando discute, lo hace para tener razón. Para imponer su criterio.
No lo hace para aprender o para entender al otro.
Piensa en ello la próxima vez que vayas a discutir”.
Bien.
David Ogilvi cuenta cómo consiguió el primer cliente para su agencia de publicidad.
¿Qué hizo?
Empezó a buscar anunciantes que nunca habían contratado agencia alguna.
Pues era consciente de que su agencia no tenía ningún prestigio, no era “nadie”.
No podría desembarcar a un gigante. No podría luchar con ellos.
Todavía, no.
Entonces buscó empresas que invirtieran bastante dinero en publicidad pero que no tuvieran contratadas agencias, que fueran las propias empresas las que hacían todo.
Se reunión con un tal Wedgwood, jefe de la empresa con el mismo nombre, y también con el Director de marketing.
Le recibieron en su despacho y le dijeron:
“Mira.
Las agencias son un incordio. Las detestamos. Son una molestia.
Nosotros preferimos hacer las cosas a nuestra manera. Hacemos nuestros propios anuncios.
¿Puede señalar qué errores ve usted en nuestra publicidad?”.
Y llegados a este punto, ¿qué hizo Ogilvi?
¿Patalear?
¿Llorar?
¿Decir que tenía muchos valores de colores y que no comía gatos?
¿Prometerles que les iba a cambiar la vida si le dejaban a él hacer los anuncios?
Nada de eso.
No discutió. Porque no quería tener la razón. Quería tener un cliente. Ojo con eso.
Así que respondió…
“No hay errores en sus anuncios. Al contrario. Me gustan mucho.
Pero si ustedes permiten que yo compre el espacio para su empresa, los medios me darán una comisión.
Y no les costará nada mi colaboración”.
Al día siguiente, le habían contratado.
Ya eran su agencia de publicidad.
Vale.
Si nos quedamos en la literalidad de la historia, mucha gente pensará que eso no lo puede aplicar a su nicho.
Lo siento por ellos.
Incluso alguien verá en esta lección de Ogilvi que hay que trabajar sin cobrar cuando empezamos.
Lo siento todavía más por los que vean esto.
En todo caso quizá tú la conocías esta anécdota y le hayas sacado partido.
Quizá la conocías pero todavía no se lo hayas sacado.
Tal vez es la primera vez que lo escuches, en cuyo caso, quizá te sirva o quizá, no.
Mi curso de copywriting es un curso que quizá te sirva o quizá, no.
Y así todo en la vida:
Isra Bravo