El increíble caso del calamar y su lección de ventas

Hoy sobre la 13:00h salí a tomar unas cervezas.

Ya sabes, hoy es fiesta aquí.

Nunca he sido muy nocturno pero salir los fines de semana, en verano y fiestas por el día, me gusta.

Me gusta hacer una buena ruta de cervecerías.

Cada vez que visito una ciudad me mezclo con los lugareños y hago sus rutas de bares y tapas.

Una buena cervecería te da más información sobre una ciudad que un museo.

El caso es que hoy salí a tomar una cañas y en una ronda me pusieron de aperitivo unos calamares.

Pasó un tipo con una bandeja y pillé uno.

Estaba sentado en una terraza aprovechando el buen tiempo.

Me lo metí en la boca. Mastiqué. Mastiqué más. Noté goma. Era indestructible. Lo pasé de un lado a otro de la boca. Más mordiscos. Con más ganas.

Nada.

Con las muelas de la derecha.

Ñam Ñam Ñam

Nada.

Con las muelas de la izquierda.

Ñam Ñam Ñam

Tampoco.

Me rendí.

Miré a un lado. Miré al otro. De frente.

Cuando no miraba nadie me saqué el calamar inmortal de la boca y lo puse en una servilleta.

Hice una bola rodeándolo con varias servilletas. Lo quería tirar. No tenía donde. Puto calamar.

No me lo podía comer. No lo podía tirar. No tenía salida.

Así que puse más servilletas alrededor y cuando tenía el tamaño de una pelota de tenis me lo guardé en el bolsillo.

Al final me marché de la terraza y tiré el calamar en una papelera.

A ver, si esto fuera una peli de miedo ese mismo calamar aparecería en mi ducha, ensangrentado.

Pero esto no es una peli de miedo.

Aunque hablando de miedo, si escribes los textos de tu web con miedo, los clientes sentirán (quizá sin saber exactamente que es lo que sienten) tu ansiedad.

Y si no controlas tu ansiedad, no hay ventas.

Para controlar tu ansiedad, mira aquí.

Copywriting para atrevidos

Isra Bravo

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