Mi pequeña cumple años dentro de poco.
Ya empieza a tener su pequeña vida social. Así que ya organiza su cumple y reparte las invitaciones.
Sin embargo, uno de los pequeños invitados no quiere ir. Se niega. La rechaza. No quiere ser su amigo.
La madre apurada se inventó una excusa y dijo que no podía ir por ser fin de semana.
Claro, los niños suelen celebrar sus cumpleaños los lunes a las 03:00h de la madrugada en una timba ilegal.
Pero yo no me cabreo ni con la madre ni con el niño.
El niño cuando mi hija le fue a dar la invitación no la quiso ni coger.
¿Qué puedo hacer yo? ¿Cabrearme con el niño? ¿Con la mamá? ¿Con Trump?
No, aprovecho el rechazo para darle una lección a mi hija. Una lección importante.
A mi hija no la rechaza solo ese niño. La rechazan y la ignoran muchas más personas.
Y así será toda su vida.
Bien.
Eso es algo que afecta a muchos padres.
A mí, no. No me importa en absoluto.
Aprender a gestionar los rechazos es algo primordial en la vida. Nada de dramas. Nada de consuelos. Nada de edulcorar nada.
—Papi, pero me gusta Marquitos.
—Ya, pero tú a él, no. No quiere saber nada de ti.
—¿Por?
—Y eso, ¿qué más da?
No lo necesitas para hacer la gincana. No lo necesitas para que vayan el resto de amigas. No lo necesitas para tener tarta. No lo necesitas para recibir tu regalo. No lo necesitas para nada.
—¿Te gustaría celebrar tu cumple, aunque no venga Marquitos?
—¡Claro!
—¿Ves como no lo necesitas?
Es bastante sencillo.
Bien. Para los que quiera que la gente lea y compre, aquí:
Isra Bravo