Ayer, entre cerveza y cerveza con mi viejo, me puse a buscar cosas de estos años atrás.
Y encontré el titular con el que vendía mis servicios nada más sacar la web.
Lo tenía en mi carta de ventas.
También había una foto mía con una de esas pintas de “soy una persona en la que puedes confiar. Nunca he tenido pensamientos impuros. Nunca he estado hasta los cojones de todos mis clientes. Yo no pienso esas cosas, soy un ser de luz y he venido al mundo a convertirlo en disneylandia”.
Luego quité esa foto porque esa foto era mentira y para vender no hay que mentir. Hay que saber vender.
Bien.
El titular era este.
Mira:
“Una cosa,
¿sabes cuanto dinero estás perdiendo por no saber venderte?
¿Me estás entendiendo?
Solo debes escribirme si me estás entendiendo.
Solo en ese caso.
Solo en ese.
Solo”.
Aquel titular funcionó como un tiro.
Funcionó tanto que me escribía incluso gente que no lo estaba entendiendo.
Un tío me dijo: “me gusta tanto tu página de ventas que me gustaría trabajar contigo, pero no tengo negocio ni tengo nada. ¿Qué podemos hacer? Tengo dinero”.
Le dije que yo no tenía. No concretamos nada.
También me escribió el gerente de una empresa muy importante.
El email de ese tipo me encantó:
“Isra, he leído tu carta de ventas. Quiero que nos escribas tú las nuestras. Tú pones el precio”.
Puse el precio. Más alto que yo. Con este sí concreté cosas.
La vida empezó a funcionar de nuevo. Poco antes, apenas meses antes y por cosas que no vienen al caso, no tenía dinero para el alquiler.
Ni para comprar whisky japonés.
No tener dinero nunca me importó, he vivido mucho en el alambre, en muchos sentidos, pero cuando miraba a mi pequeña pensaba que era un fracaso de padre.
No lo era, siempre he sido buen padre porque la cuento cuentos, la miro mucho, la dejo equivocarse y estoy dispuesto a tirar por la ventana a todos sus novios, pero me sentía así.
Fracasado.
Era inevitable. Era una fuerza superior.
Incluso me sentía menos hombre y añoraba la idea de que el mundo fuera un lugar salvaje al que salir a cazar en lanza.
“Si el mundo fuera así, mi despensa siempre estaría llena”. Lo pensaba todo el rato.
Pero el mundo no es así, el mundo es otra cosa y hay que adaptarse a ese mundo, no al imaginario.
Al real.
Luego la cosa empezó a funcionar (tú pones el precio), el dinero volvió, y ahora soy un padre que cuenta cuentos, la mira mucho, la dejo equivocarse y tengo las ventanas abiertas para recibir a sus novios.
Todo en orden.
Y aquel titular, lo pensé después de haber leído miles de cartas de ventas y haber diseñado mi propia manera de redactar titulares para cartas de ventas.
En mi opinión no solicitada de hoy, esa lección ya vale el curso. El módulo I.
Pero claro, siempre puedes copiar mi titular. O cualquier otro que te guste.
Copiar y no pensar. Suerte a los participantes.
Para los que tengan interés en aprender, tengo un curso de cartas de ventas. Yo atiendo el soporte. Yo, no un primo mío de Cuenca que hizo el curso el mes pasado.
Y si aprendes a escribir cartas/páginas de venta, podrás comprar el whisky japonés que quieras. Te doy mi palabra.
Curso para escribir páginas/cartas de venta
Isra Bravo