Mira.
Cuando tenía 10 años, mis padres me apuntaron a un campamento de verano.
El Apolo, en algún lugar de Ávila. 15 días.
Tenía todo lo que debe tener un campamento que se precie:
Un río.
Una tirolina.
Un bosque.
Una niña de ojos verdes de la que enamorarse.
Abusones.
Tiendas de campaña.
Un perro vagabundo.
Monitores de 20 años que te parecen viejísimos.
Y muchos mosquitos.
Todo en orden.
Un día, los monitores nos reunieron a todos y nos lanzaron la siguiente pregunta:
«Nos vamos al parque de las sombras y tenemos dos alternativas.
¿Vamos bordeando el río?
¿O cruzamos el río?
Levantar la mano los que queréis bordearlo.
Ahora, levantar la mano los que lo queréis cruzar.»
Creo que no levanté la mano ni para una cosa ni para la otra.
Al final ganó cruzar el río.
¿Y qué paso?
Que lo bordeamos, claro. Allí no se hacía lo que queríamos los niños, se hacía lo que querían los mayores.
Como debe ser.
Esto te lo cuento porque ayer me llegó la encuesta 2.797 de este año para preguntarme mi opinión sobre la estrategia de negocio de alguien del que no soy cliente.
Cosas tipo:
«¿Qué prefieres, que hable de embudos de email marketing automáticos o que hable sobre Trump?»
No sé, tú sabrás.
Hacer preguntas a un montón de desconocidos que no han pagado ni un euro por nada de lo que ofreces, no me parece la mejor manera de sacar verdadera y provechosa información para tu negocio.
Por mucho que estén en tu lista y por mucho que insistan en que lo hagas.
Para nada.
Afortunadamente, hay una manera realmente efectiva de sacar montones de información sin tener que hacer ni una sola encuesta.
Ni preguntar cosas a desconocidos que te pueden mentir por aburrimiento o desconocimiento.
Bien.
Lo que aplico no es nada glamuroso. No lo hago desde la playa ni necesito pisar una sola red social.
Pero es información extraordinariamente valiosa con la que luego vender tus productos y servicios, incluso para saber qué productos y servicios diseñar antes de hacerlo.
Lo explico aquí:
Isra Bravo