Mira.
Cuando era un crío, había un grupo que se llamaba Tennessee.
Aunque ya estaban de capa caída, seguían manteniendo cierta fama.
Al menos para impresionar en Parla.
Digo Parla, porque era allí, en un pub que se llamaba Caroche, donde aparecía el líder del grupo con un deportivo y le vimos mucha veces.
Parla no es Praga, pero también tiene tranvía.
Si no lo conoces puedes ir a pasar la Semana Santa allí y así te acuerdas de mí y de mi madre.
Bien.
El caso es que cuando aparecía el cantante de Tennessee, la gente se arremolinaba alrededor de él.
Sobre todo, chicas.
Es normal, si eres un desconocido con cara de cebolla y en la sala aparece un famoso, aunque también tenga cara de cebolla, pues le miran y quieren conocerle.
No a ti, al famoso.
¿Culpa de la influencia de los medios?
¿De la superficialidad?
¿Del patriarcado?
¿Del VAR?
¿De Trump?
Ni idea, pero es lo que hay.
Y lo que no admite discusión, es que si yo quería ligar, tenía que hacer algo diferente a lo que hacía el cantante famoso.
Ahora te podría decir que tengo unas plantillas mágicas que brillan en la oscuridad y que solo con rellenar tu nombre y el hueco de lo que vendas, pues ya está, tendrás clientes en piloto automático.
Mentira.
Eso no existe. El que no piensa, no vende.
Aunque vender cosas a gente que no piensa sea muy rentable.
Bien.
En mi curso de email marketing no hay una sola plantilla.
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Para que aprendas tú y lo apliques en tu mercado.
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Tampoco es una plantilla.
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Isra Bravo