Hace un par de años me contrató un cliente para que le escribiera emails.
Le sugerí una serie utilizando técnicas de guión cinematográfico.
(De cómo aplicar esto al email marketing de manera extrema y rentable, hablaré a los suscriptores del boletín en un especial de julio).
A mí siempre me interesó mucho el mundo del guión. Fue justo a partir de mi 20 cumpleaños cuando un amigo me regaló un curso del tema.
He visto a otros copywriters utilizarlo (muy pocos), pero no me acaba de convencer cómo se guionizan algunos emails en secuencias cinematográficas.
A veces parece que se buscara más el aplauso que la venta. Pero es solo mi opinión no solicitada, claro.
El caso es que me acordé de todo esto, porque aquel cliente del que te hablo, tenía una gran preocupación.
Era psicólogo y aunque llevaba ejerciendo unos años, lo hacía de manera presencial y no sabía cómo pedir testimonios a sus clientes (su perfil de cliente era bastante mayor) ni cómo utilizarlos.
¿Mi sugerencia?
Que no los pidiera. No le hacían falta, en realidad.
Al principio no estaba demasiado de acuerdo con esto. Así que me pasó unas 10 páginas de colegas donde abundaba la prueba social.
-Isra, si no aporto pruebas de mi trabajo, nadie confiará en mí. Nadie podrá aplaudirlo.
Me hizo gracia esa expresión. Nadie podrá aplaudirlo.
Le sugerí una serie de cosas que, despacito y buena letra, funcionaron muy bien. Pero muy bien.
Y de eso hablo en mi boletín de mayo, justo de eso. El tema es tan interesante y tan intenso, que puede que profundice en ello en próximos meses.
La obsesión por la prueba social, por poner un montón de caras diciendo lo bueno que eres, está perjudicando en muchos casos, el trabajo de buenos profesionales que no deberían preocuparse por eso.
Deberían preocuparse por demostrar y parece eso, buenos profesionales. Honestos, atrevidos y diferentes.
Y deberían preocuparte mucho más por saber vender y saber venderse.
En todo caso, de todo eso hablo en mi boletín de mayo:
Isra Bravo