Días atrás leí un interesante artículo del filósofo Gabriel Albiac que hablaba de los viajes.
Venía a decir que hoy día, la mayoría de la gente, cuando viaja, ya no descubre nada.
Cuando un grupo de turistas desembarca en Venecia, ya no tienen nada que descubrir.
Ya lo “conocen todo”.
Todos los sitios que van a visitar.
Cada rincón.
Cada foto.
La gente hace fotos sobre fotos que ya tiene de fotos que ya vio mil veces.
Y que la única diferencia, es el selfie. O sea, poner tu cara en las fotos que ya tienes.
El selfie, según Albiac, representa la exaltación de la nada. Una forma de decadencia.
Y también decía, que hoy día, leer grandes libros era la mejor forma de viaje.
Bien.
A mí no me gusta viajar, desde luego, no por razones tan profundas como las que dice Albiac, a mi no me gusta viajar porque odio dormir en camas que no sean la mía.
Y las pocas veces que salgo, tampoco hago fotos.
Si voy a León no tiene sentido que le haga una foto a la catedral porque ya hay en Internet 20.000 fotos que van a ser mucho mejores de las que yo pueda hacer nunca.
Así que no hago fotos. Me quedo delante de la catedral y la miro.
Y si es tomando una cerveza y con buena conversación, pues la miro con más ganas. Esa es toda la fotografía que necesito.
Lógicamente, entiendo el gusto por la fotografía de mucha gente.
Una cosa no quita la otra.
Me parece un arte muy complicado y por eso me gusta mucho ver grandes fotos.
Siempre serán mejores que las mías y además no aparezco yo, que es lo mínimo que se le debe pedir a una buena foto.
Tener una foto del coliseo romano y ver mi cara es como ir a ver ballet y ponerme yo las mallas. No lo veo muy normal.
Ojo, nada en contra de la asociación de personas que ponen su cara en medio del coliseo romano. Pero no es para mí.
Y como hemos hablado muchas veces, las imágenes mentales las crean las palabras.
Tú estás ahí, escribiendo y escribiendo haciendo un dibujo en la cabeza del que lee.
Cada persona adapta su propio dibujo. Lo amolda.
Y mucha gente cuando escribe no se molesta en tratar de hacer su propio dibujo.
Solo hacen foto sobre foto. De fotos que ya han visto miles de veces antes.
¿Y así piensas dibujar con voz propia en la cabeza de nadie? ¿Crees que no lo notarán?
Las palabras, son imágenes. Hay gente que lo olvida, muy a menudo.
Bueno.
No tengo un curso de fotografía.
Tengo un curso para crear imágenes mentales que traen ventas.
Hay que leer y hay que escribir.
No es negociable.
Isra Bravo