Mira, el otro día viendo una peli.
¿El título?
No lo recuerdo, la peli no era muy buena, no te pierdes nada.
Entonces estaba mirando un libro, porque me estaba resultando aburrida, pero una frase hizo que levantara la vista hacia la pantalla.
-Siempre hacemos daño a las persona a las que más queremos. Y las personas que más queremos son las que nos hacen más daño.
Bueno, eso es bastante cierto.
No hace falta ser muy listo para saberlo. Alguien que te resulta indiferente, difícilmente te puede hacer daño.
O sí.
Me explico.
Mucha gente anda demasiado preocupada por la opinión de los demás. Entonces lo hacen todo pensando en los demás.
En conseguir su aprobación.
Viven pendientes de la opinión de un montón de desconocidos sobre su aspecto, su trabajo, su talento, su calidad humana…
En fin. Vaya aburrimiento. Vaya ruina. Vaya vida desperdiciada. (Casi toda tu competencia lo hace, alégrate)
Hace años, un tipo me dijo:
«Es mucho más rentable, para tu bolsillo y para tu salud mental, pensar cómo persuadir a las personas que pensar en cómo buscar su aprobación.»
Esta lección, que me dio un buen amigo, debería estudiarse (en profundidad) en las mejores escuelas de marketing y ventas del mundo, pero hasta donde yo sé, no se hace.
Están más ocupados en aprender “modas revolucionarias” para ser “muy profesionales” y “muy dinámicos”.
Estupendo. Mejor. Que sigan así. Esa es una gran ventaja para el cazador sigiloso.
Bien.
En mi curso, Copywriting para atrevidos, verás la forma de persuadir a las personas para que lean y compren. Y lo hacemos en profundidad.
¿Caer bien?
No sé. A algunos les caerás bien y a otros no. ¿A qué persona sensata le preocupa eso?
Isra Bravo